En el México de los discursos largos y los bolsillos cortos, los senadores cerraron el año con un aguinaldo que ronda los 300 mil pesos por cabeza, un detalle menor —aparentemente— para quienes legislan desde la comodidad del privilegio.
Cada legislador recibiĂł en diciembre un pago aproximado de 307 mil pesos, resultado de su dieta mensual y un aguinaldo equivalente a 40 dĂas de salario, muy lejos de los 15 dĂas que marca la ley para la clase trabajadora. Nada extraordinario… salvo porque el paĂs al que representan apenas llega a fin de mes.
En total, el Senado de la RepĂşblica destinĂł más de 39 millones de pesos para cubrir estos pagos entre sus 128 integrantes. Y sĂ, entre ellos hay senadores de Morena, el mismo movimiento que prometiĂł erradicar los excesos, los privilegios y la polĂtica de Ă©lite.
La ironĂa es impecable:
austeridad republicana en el discurso, abundancia intacta en la nĂłmina.
Mientras millones de mexicanos sobreviven con salarios mĂnimos, empleo informal o aguinaldos simbĂłlicos —cuando los hay—, la clase polĂtica sigue demostrando que el sacrificio siempre es para otros. El pueblo aguanta, el senador cobra.
No es ilegal. No es sorpresa.
Pero sĂ es una bofetada perfectamente calculada en plena temporada decembrina.
Porque en este paĂs, la transformaciĂłn no tocĂł el aguinaldo.
