Cerca de un año después del alto al fuego entre Líbano e Hezbollah/Israel, pactado el 26 de noviembre de 2024, mujeres de comunidades del sur del Líbano sostienen que el conflicto continúa de facto. Alegan que ataques israelíes persisten, que no se les permite regresar a sus hogares y que la reconstrucción de infraestructuras esenciales aún no ha comenzado. Organizaciones internacionales y medios locales indican que la situación mantiene a la población en condiciones de inseguridad y vulnerabilidad constantes.
En la localidad de Naqoura, la agricultora Zeinab Mehdi, de 50 años, relató que huyó de su vivienda cuando se intensificaron las hostilidades y que, al regresar meses después, su infraestructura de riego había sido destruida. Esto imposibilita retomar la producción agrícola, principal fuente de sustento de muchas familias en la región. Otros testimonios recabados en comunidades cercanas coinciden en que la falta de servicios básicos y la presencia militar constante dificultan cualquier intento de normalización de la vida cotidiana.
Organismos como el Banco Mundial estiman que la reconstrucción del sur del Líbano requeriría aproximadamente 11 000 millones de dólares para viviendas, escuelas, carreteras e infraestructuras básicas. Hasta la fecha, la fase mayor de reconstrucción no ha comenzado, en parte debido a condicionamientos de asistencia internacional vinculados al desarme de Hezbollah. La ausencia de apoyo financiero y logístico ha generado demoras significativas, dejando a miles de personas desplazadas sin perspectivas claras para el retorno a sus hogares.
Fuentes locales, organizaciones de derechos humanos y análisis satelitales muestran que en zonas como Houla nuevas viviendas han sido destruidas o abandonadas, lo que evidencia que la evacuación de civiles y la reconstrucción aún no avanzan. Las entrevistadas explicaron que lo que se percibe como “posguerra” está lejos de cumplirse, y que la presencia de drones israelíes, la actividad militar y la falta de condiciones básicas para el regreso de la población configuran un escenario de inseguridad cotidiana. El próximo invierno se anticipa como un reto adicional para las miles de personas desplazadas que aún permanecen fuera de sus hogares.