El 30 de enero de 1948, el mundo se vio sacudido por una tragedia que marcaría un antes y un después en la historia contemporánea: el asesinato de Mahatma Gandhi, el líder indio que con su filosofía de no violencia había inspirado a millones de personas en la lucha por la independencia de India del Imperio Británico.
Gandhi, conocido mundialmente como “El Padre de la Nación” por su incansable esfuerzo para conseguir la libertad de India, fue abatido a tiros en Nueva Delhi por Nathuram Godse, un extremista hindú que se oponía a las políticas de reconciliación de Gandhi con los musulmanes en un país recién independizado. A las 17:17, hora local, Gandhi se encontraba en el jardín de su residencia, cuando Godse, quien había sido parte de grupos nacionalistas radicales hindúes, le disparó tres veces a quemarropa.
Este acto de violencia desató una ola de conmoción y consternación en todo el mundo. A pesar de los esfuerzos por mantener la calma, la noticia de su muerte desbordó de tristeza no solo a los habitantes de India, sino también a millones de seguidores del líder en todos los rincones del planeta.
Gandhi, quien había logrado en vida la separación pacífica de India de Gran Bretaña a través de la desobediencia civil no violenta, se convirtió en un símbolo global de la lucha por la justicia y la paz. Su asesinato no solo representó un golpe devastador para la India, sino para todo aquel que había creído en su mensaje de armonía entre pueblos y religiones.
La figura de Gandhi trascendió su tiempo. Si bien su vida fue testimonio de resistencia pacífica frente a las injusticias, su muerte trágica dejó una huella imborrable que no solo conmocionó a los indios, sino que también afectó a todos aquellos que soñaban con un mundo sin violencia. En su funeral, que convocó a miles de personas, Gandhi fue recordado no solo como un líder político, sino como el hombre que luchó con determinación por un mundo más justo, más humano y, sobre todo, más pacífico.
Hoy, 75 años después, la figura de Mahatma Gandhi sigue siendo un faro de inspiración para millones de personas que creen en el poder de la paz, la tolerancia y la verdad. Su legado permanece vivo, a pesar de que su vida fue arrebatada de manera violenta y prematura, un trágico recordatorio de la fragilidad de la paz en tiempos de conflicto.