Un equipo de científicos en Japón desarrolló una sangre artificial compatible con todos los grupos sanguíneos. El producto puede almacenarse en forma de polvo durante más de dos años sin necesidad de refrigeración, lo que facilitaría su uso en emergencias, zonas de desastre o regiones sin bancos de sangre. En ensayos preclínicos con animales, la sustancia demostró eficacia y seguridad, con una elevada tasa de supervivencia. Se prevén ensayos clínicos en humanos como siguiente paso hacia su aprobación.
El objetivo de este avance no es reemplazar las donaciones tradicionales, sino actuar como complemento en situaciones críticas donde el acceso a sangre segura es limitado. Su activación requiere solo agua estéril, lo que simplifica su aplicación en condiciones adversas. También podría utilizarse en terapias oncológicas y en el tratamiento de enfermedades como la isquemia crónica, al facilitar la oxigenación de tejidos comprometidos.
La disponibilidad a gran escala se proyecta para antes del año 2030. El desarrollo representa un posible cambio estructural en el sistema sanitario global, con aplicaciones potenciales en medicina militar, rural y de emergencia. Su implementación permitiría mejorar la atención médica en entornos con recursos limitados.