A LOS CINCUENTA Y DOS AÑOS…. DEL HALCONAZO 

 

 

CUANDO EN LA PELÍCULA ROMA APARECIÓ LA MASACRE DEL 10 DE JUNIO DE 1971 LLORÉ COMO HACIA MUCHOS AÑOS NO LO HACIA…..y lloré porque hace cincuenta y dos años estuve a punto de ir a esa manifestación. Alguien me había convocado – era en defensa de los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León – y dudé entre ir a mi Universidad, estaba iniciando la carrera de Filosofía o ir a la manifestación. Se lo dejé a la suerte, eché un volado: ganó la Universidad, gané seguir viviendo.

 

Tenemos las imágenes: un batallón de jóvenes con varas de bambú; soldados y policías haciendo un cerco: de aquí nadie se escapa; primero enfrentamiento y golpiza, después tiros. Horror e impotencia de los estudiantes. Por la noche en el colmo de la orgía de la violencia: asesinato por parte de los halcones de los heridos en el Hospital Rubén Leñero. Desaparecieron cadáveres.

 

Esa misma noche Echeverría, quien – gran mentiroso – desde su campaña se había acercado a los disidentes del 68, expresó: “Si ustedes están indignados, yo estoy más”. Se vinieron renuncias: la del Procurador, un tal Sánchez Vargas y la del Jefe de Departamento del Distrito Federal, Alfonso Martínez Domínguez, así como la de Flores Curiel, jefe de la policía.

 

Poco a poco, se fue sabiendo que el grupo se llamaba Halcones, que fue creado y operado desde 1968 por un tal Manuel Díaz Escobar en el Gobierno del Distrito Federal, que lo formaban algunos militares y jóvenes de barriadas marginadas y que fueron entrenados, por profesionales, para golpear y matar.

 

El siguiente sábado, un par de amigos me platicaron que el jueves 10 de junio habían estado, como a las doce de la mañana, con el hijo del procurador Sánchez Vargas. Alguien preguntó sobre una manifestación para ese día. El hijo del Procurador les contestó: ya fue la marcha, se pelearon entre ellos, hubo algunos heridos. Cuatro horas antes del crimen ese sujeto ya sabía lo que iba a pasar y hasta tenía la causa. El tal Sánchez, con fama de medio tonto, equivocó la hora. Al día siguiente los periódicos dijeron lo mismo: Pleito entre Estudiantes.

 

El rumor de que el asesinato fue ordenado por el presidente Echeverría creció. Hubo quienes afirmaron que, por la radio de onda corta del gobierno, el presidente había seguido emocionado el desarrollo de la masacre. Con los años Martínez Domínguez difundió en Proceso que ese día el presidente de la República se le acercó, lo miró fijamente y le dijo: Alfonso, le está hablando el presidente de la República, piense en su familia. Le pido su renuncia. Y así fue.

 

Echeverría mandó claro el mensaje: este gobierno no permitirá la oposición. El asesino, lo supimos, estaba de nuevo, en Palacio Nacional. A continuación vinieron los tiempos de la guerra sucia, de la brigada blanca, de la guerrilla. Del horror obscuro.

 

En una reunión, me platicó uno de los asistentes, Echeverría respondió con una gran carcajada y con un “¿Usted que cree?, a la pregunta: presidente, ya pasaron los años ¿Quién organizó lo de los halcones.

 

Con los años ni uno sólo de los halcones fue a dar a la cárcel; Martínez Domínguez quien mintió y negó la existencia de los Halcones y Flores Curiel fueron posteriormente gobernadores uno de Nuevo León, el otro de Nayarit; Sánchez Vargas dirigió el grupo financiero SOMEX, el más importante del gobierno y Díaz Escobar, fue agregado militar de la embajada de Chile en 1973. El silencio y la complicidad tuvieron buena paga.

 

Por su parte, Luis Echeverría murió a los cien años. Ni siquiera todos sus hijos, de pleito por la fortuna enorme y mal habida, fueron al sepelio. Alimañas, hijos de alimaña,

 

Repito lloré con las escenas del crimen presentadas en la película Roma. Sentí miedo y después agradecimiento pues se me han concedido algo más de cincuenta años de vida extra. Esa oportunidad no la tuvieron más de cien jóvenes que perdieron el volado de la vida y fueron a la manifestación. Me salieron las lágrimas y hoy me salen estas líneas que ojalá te trasmitan mi coraje y mi miedo ante el poder. No hay que olvidarlo: no hay gran poderoso que no reprima y mate.

Los Halcones “entrenaban” en un baldío vecino al aeropuerto donde ahora está la base de mantenimiento de Mexicana. Rodolfo Martínez, fotografo de La Prensa, les tomó fotos ahí.

Dependían del entonces DDF y fue idea y creación del general de división Rogelio Flores Curiel, quien ideó que en caso de choques con manifestantes, los Halcones actuarían antes que los granaderos “para evitar otro '68”.

Flores Curiel dejó su escaño para ser director de la policía del DDF, y regresó al Senado cuando tuvo que renunciar a ese cargo. Era gente del general Agustín Olachea Avilés, ex secretario de la SEDENA y ex presidente del PRI.

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