Cada 18 de febrero se conmemora el Día Internacional del Síndrome de Asperger, una fecha que busca visibilizar a las personas dentro del espectro autista sin discapacidad intelectual asociada ni dificultades significativas en el lenguaje. La elección de esta fecha coincide con el natalicio del pediatra austriaco Hans Asperger, quien en 1944 describió por primera vez esta condición.
El Síndrome de Asperger es un trastorno del neurodesarrollo que forma parte del Trastorno del Espectro Autista (TEA). Aunque la categoría diagnóstica ha desaparecido en los sistemas de clasificación internacionales CIE-11 y DSM-5, el término sigue utilizándose en el ámbito social y comunitario.
El diagnóstico de esta condición puede realizarse entre los 2 y 6 años de edad, según especialistas en neuropediatría. La evaluación se basa en la observación clínica y el análisis del comportamiento del niño. Algunos signos asociados incluyen conductas repetitivas, hipersensibilidad a texturas, movimientos estereotipados, dificultades en la socialización y escaso contacto visual.
El proceso diagnóstico es interdisciplinario e incluye evaluación médica, terapias de intervención como terapia de lenguaje, terapia ocupacional y terapia conductual, así como, en algunos casos, tratamiento farmacológico para síntomas asociados.
Las personas con esta condición presentan dificultades en la comunicación social y la flexibilidad del pensamiento y comportamiento. Sin embargo, tienen un lenguaje fluido y una capacidad intelectual media o superior a la media de la población.
Uno de los principales retos a los que se enfrentan es la inclusión social, lo que puede derivar en episodios de ansiedad y depresión. En algunos casos, el uso de tratamientos farmacológicos es parte del abordaje para controlar estos síntomas.
El reconocimiento de esta fecha busca generar conciencia sobre los desafíos que enfrentan las personas con esta condición y promover estrategias para su integración en distintos ámbitos de la sociedad.