De acuerdo al semáforo delictivo, en el 2021 los delitos que subieron son: extorsión (11%), narcomenudeo (7%), lesiones dolosas (8%), violación (28%), violencia familiar (15%) y el feminicidio (2%).
En cambio, los delitos que bajaron son: homicidio (2%), secuestro (25%), robo de vehículo (3%), robo a casa (5%) y robo a negocio (9%).
En los homicidios en ese año se reportaron un total de 34,312 víctimas, de las cuales, 1,004 son víctimas de feminicidio. La tasa de homicidio se mantiene por arriba de 27 homicidios por cada 100 mil habitantes, una de las tasas más altas del mundo, solo superada por países como Venezuela, Brasil, Honduras, El Salvador y Sudáfrica. “Este es por mucho el gran dolor de cabeza del país, algo que no hemos querido resolver. El 80% de los homicidios tienen una sola causa, son narco-ejecuciones. Es, por tanto, fundamentalmente una responsabilidad de la Federación, no de los estados”, comentó Santiago Roel, director del Semáforo Delictivo.
Lamentablemente en ese mismo año se presentó un incremento de homicidio en 14 estados. El estado con mayor incremento fue Zacatecas con 43%, mientras el estado con mayor reducción fue Coahuila, con -25%.
Para finalizar el año, los estados con mayores tasas de homicidio son: Chihuahua, Baja California, Zacatecas, Colima, Sonora y Morelos. “Si la tasa mundial es de 6 y la nacional es de 27 homicidios por cada cien mil habitantes, estos estados están por arriba de 50, y Chihuahua, por arriba de 110, una barbaridad”, alertó Roel.
“Todos estos estados tienen fuertes disputas entre bandas de narcotraficantes y cuando dos o más grupos se pelean el territorio, suben dramáticamente los homicidios. En cambio, si el estado está en calma, es porque los grupos lograron un acuerdo o hay un solo grupo dominante”.
“El 2021 nos marca con claridad lo que no está funcionando y lo que debe hacerse para reducir la violencia, si no lo hacemos, los índices delictivos se mantendrán igual de altos este 2022. La militarización es una estrategia fallida que se inicia en el 2008 y que continúa hasta nuestros días. El ejército es un gran aliado para la paz, pero su intervención debe ser una medida de emergencia, excepcional. No es una solución de fondo. Llevamos 17 años de fracaso y estos tres últimos años han sido los más violentos de todos. Ahora, se ha militarizado no solo la seguridad pública sino otras áreas de gobierno, con lo que pone en riesgo no solo al estado de Derecho, sino a la democracia. La única estrategia eficaz para reducir este tipo de violencia extrema es mediante la regulación de las drogas, pero el gobierno federal sigue evadiendo esta solución”, finalizó Santiago Roel.