Muhammad Ali, nacido Cassius Marcellus Clay en 1942 en Louisville, Kentucky, se convirtió en uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos, pero su legado va mucho más allá de sus hazañas deportivas. Conocido por su carisma, sus habilidades en el ring y su inquebrantable lucha por la justicia, Ali dejó una huella indeleble en el mundo del boxeo y en la historia de los derechos civiles.
Ali irrumpió en la escena del boxeo en 1960, cuando ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma a los 18 años. Su victoria marcó el comienzo de una carrera que lo llevaría a ganar el campeonato mundial de los pesos pesados en tres ocasiones, enfrentándose a leyendas como Sonny Liston, Joe Frazier, George Foreman y Ken Norton. Con un estilo único, que él mismo describió como “flotar como una mariposa, picar como una abeja”, Ali se convirtió en una figura dominante y un referente del boxeo, conocido por su velocidad, agilidad y poder en los golpes.
Sin embargo, la grandeza de Ali no solo residió en su destreza física, sino en su capacidad para desafiar las normas sociales y políticas de su tiempo. En 1967, en pleno auge de la Guerra de Vietnam, Ali se negó a ser reclutado para el servicio militar, citando razones religiosas y de conciencia. Esta decisión lo llevó a perder su título mundial y ser suspendido del boxeo, lo que le valió la admiración de muchos, pero también la crítica de otros. Su valentía fuera del ring lo consolidó como un símbolo de resistencia y de lucha contra la injusticia, convirtiéndose en un defensor de los derechos civiles, la igualdad racial y la libertad religiosa.
Tras su regreso al boxeo en 1970, Ali protagonizó una serie de combates históricos, destacándose el “Rumble in the Jungle” contra George Foreman en 1974 y el “Thriller in Manila” contra Joe Frazier en 1975. Estos enfrentamientos no solo fueron épicos en el aspecto deportivo, sino que representaron momentos clave en la historia del deporte y la cultura popular.
Ali, además de ser un campeón dentro del cuadrilátero, se dedicó a causas humanitarias después de su retiro. Su carisma y su activismo lo convirtieron en un embajador global, viajando por el mundo para promover la paz y la justicia social. Fue reconocido por su trabajo con organizaciones benéficas, y en 1984, le fue diagnosticado el mal de Parkinson, enfermedad que lo afectó durante los últimos años de su vida.
El 3 de junio de 2016, Muhammad Ali falleció a los 74 años, dejando un legado que trascendió el boxeo. Su vida y carrera siguen siendo un testimonio de cómo el deporte puede servir como una plataforma para el cambio social, y su nombre continúa siendo sinónimo de lucha, coraje y perseverancia. Ali no solo fue un campeón de boxeo, sino también un campeón de la humanidad.