Durante el periodo del Porfiriato en México, aproximadamente entre 1876 y 1911, se vivió una época de modernización y cambios sociales significativos. En ese contexto, los carritos ambulantes se convirtieron en una característica común en las calles de la Ciudad de México. Estos vendedores ofrecían una variedad de bebidas y alimentos, entre los cuales el té de canela y naranja era especialmente popular. Este té, apreciado por su sabor y aroma, tenía un precio de 5 centavos.
Sin embargo, para aquellos que buscaban una experiencia más intensa, existía la opción de añadirle un “piquete” de alcohol al té, lo que elevaba el costo a 8 centavos. Este pequeño extra transformaba la bebida en una especie de cóctel casero que proporcionaba un efecto embriagador. La frase comúnmente utilizada para solicitar esta bebida con el añadido de alcohol era “me da un té por ocho”, haciendo referencia al precio total de 8 centavos.
Con el paso del tiempo, esta expresión popularizó y dio origen a un nuevo término: “teporocho”. La palabra comenzó a asociarse con las personas que frecuentaban estos carritos y consumían alcohol en exceso, reflejando una imagen de embriaguez y descontrol. Hoy en día, el término “teporocho” sigue en uso coloquial en México, y se utiliza para referirse de manera informal y a veces despectiva a aquellos que han bebido en exceso o que tienen un comportamiento asociado con el consumo excesivo de alcohol. La evolución de este término ilustra cómo las costumbres y el lenguaje pueden cambiar y adaptarse a lo largo del tiempo, reflejando aspectos culturales y sociales de distintas épocas.