La FIFA confirmó que la final de la Copa Mundial 2026 se celebrará en el estadio MetLife, ubicado en Nueva Jersey, Estados Unidos, decisión que consolida el dominio logístico de ese país sobre el torneo compartido entre tres naciones. México, uno de los anfitriones históricos del evento, quedó relegado a organizar únicamente 13 partidos distribuidos en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.
Canadá también fue asignado con una participación reducida, con apenas diez partidos a celebrarse entre Toronto y Vancouver. En contraste, Estados Unidos operará más de 75 encuentros, incluyendo la totalidad de las fases eliminatorias, cuartos de final, semifinales y la gran final. La decisión ha generado reacciones entre exjugadores, analistas deportivos y sectores del gobierno mexicano, que consideran que el país ha sido marginado en términos organizativos, a pesar de ser pionero en la historia del mundial con dos ediciones anteriores.
La FIFA argumentó que la elección del estadio MetLife respondió a criterios de infraestructura, capacidad de aforo y conectividad aérea internacional. Sin embargo, las críticas apuntan a una tendencia recurrente de centralización que ya se observó en fases anteriores de planeación del torneo. Diversas voces han planteado que el papel de México quedó limitado a una participación simbólica, sin relevancia estratégica en el desarrollo de la competencia.
El gobierno mexicano ha señalado que buscará maximizar el impacto económico y turístico de los partidos asignados, con campañas de promoción que contemplan eventos paralelos en otras ciudades no sedes. No obstante, la discusión sobre el papel real de México en el mundial persiste, alimentada por comparativos con ediciones pasadas donde tuvo un protagonismo mayor. El tema también ha sido retomado por sectores políticos que acusan falta de negociación y escasa defensa del interés nacional ante organismos internacionales.