
Los solsticios han representado desde tiempos inmemoriales un misterio y a la vez una fecha de gran significado para todas las culturas. Es así que en la actualidad se reconocen 40 fiestas asociadas al solsticio de invierno en culturas tan distintas como distantes entre sí. Tal como Inca, Maya, Babilonia, Judea, Romana, Paquistaní, Hindú, Celta y muchas más. Todas ellas tenían algo en común, el uso del fuego como parte esencial de los rituales, siendo la representación de la lucha del hombre en contra de la oscuridad.
En muchas de estas civilizaciones, su arquitectura se basaba en fundamentos astronómicos, siendo el solsticio de invierno la clave de estos, tales como “Sonehenge” (Gran Bretaña) y “Newgrange” (Irlanda), Machu Pichu o la simple organización de los pueblos Incas, en la cual la distribución de los edificios, calles y casas sigue un orden determinado por los astros.

Para entender la especial relevancia que ostenta la celebración del Solsticio nos debemos remontar a la antigua Roma, a la salvación del Dios Jano Janus, representativo del sol, quién presidía los comienzos, el ingreso del sol en los 2 hemisferios celestes. Es así que la tradición y mitología romana celebraban el solsticio de invierno, la fiesta del Sol Invicto, la cual representaba la prevalencia del Sol, la Luz sobre la noche, la oscuridad, ya que era el inicio del retroceso de la obscuridad sobre la humanidad.
También hay en el solsticio una importante clave relacionada con el tiempo, habiendo entendido hasta este punto que estamos hablando del viaje del Sol en el cielo, ya no a lo largo del día, sino a lo largo del año. Dado que el Sol se detiene en los días solsticiales, se cree que nos abre la posibilidad de ver la cara del presente mirándonos, simbólicamente, “Dios” nos mira al momento del solsticio, nos presta mayor atención. Su postura por esos días del solsticio nos dice que está atento a nosotros, lo que hace alusión, a que, en ese momento, el hombre será escuchado o debe ser preparado para escuchar, según sea el caso.

-SS