Este 13 de abril marca el Domingo de Ramos, un día que no solo abre paso a la Semana Santa, sino que también recuerda un momento clave en la historia: la llegada de un personaje al que muchos seguían, a una ciudad que lo esperaba con palmas y caminos alfombrados de ramas.Hace más de dos mil años, una multitud se reunió para recibir a un hombre que no entró con lujos ni poder, sino montado en un burro. Lo curioso no fue solo su forma de llegar, sino todo lo que representaba. En tiempos donde los poderosos desfilaban con soldados y espadas, él eligió la sencillez. Y esa elección lo dijo todo: venía a hablar de otra manera de ver la vida, de cambiar las reglas del juego.La gente lo recibió con hojas de palma, no por tradición, sino como símbolo de bienvenida, respeto y esperanza. Las palmas eran algo así como un “te reconocemos”, “esperamos algo de ti”, “no vienes en vano”. Ese gesto colectivo lo convirtió en algo más que una simple entrada. Fue una escena cargada de sentido, como si todos supieran que algo importante estaba por comenzar.Hoy, aunque el mundo es otro, esa imagen sigue vigente. El Domingo de Ramos no es solo parte de una creencia religiosa. También puede verse como un acto simbólico que nos habla de decisiones, de cómo enfrentar el poder, de cómo una entrada puede marcar el inicio de algo más grande.Es una fecha que invita a pensar en las formas en que llegamos a los lugares, en los gestos con los que recibimos a otros y en los momentos en los que todo cambia, incluso antes de que lo notemos. Más allá de cualquier religión, es una historia sobre cómo a veces, lo más sencillo puede tener el mayor impacto.