IRMA SERRANO Y LA HISTORIA DE A DEVERÁS.

Crónicas desde Tulancingo y desde mis setenta y cinco y más.
Alejandro Cea Olivares.

A sus casi noventa años Irma Serrano ya está como Rosita Alvirez “Dándole cuenta al Creador”. Igual que algunas damas del espectáculo ella fue guapa, muy guapa, buena cantante y mala actriz. Su vida más que aireada; pero de mucho dinero: teatro propio, mansiones y objetos valiosos, Hasta aquí nada que la singularizara. Sin embargo, doña Irma Serrano tiene un lugar especial en la historia no sólo sabrosa, sino esclarecedora y valiente, de quienes platican – como lo dice el título de sus libros – A Calzón Quitado o Sin Pelos en la Lengua, lo que vivió.

La señora Serrano contribuyó y mucho en un campo en el que la mujer cuenta los hechos y muchos de los deshechos de su cónyuge, pareja o como se le quiera llamar y los propios de las cortesanos, socios y cómplices que lo rodean. Ella destacó en este tema. Sus libros son testimonio del comportamiento de la clase política, son parte importante de esta literatura testimonial: tan dolorosa que en ocasiones, como en este caso, superan cualquier novela truculenta sobre los ricos y poderosos.

Esa bibliografía no es muy extensa. Recuerdo los libros de Azul Landeros, los de la exesposa de un tal García Ramírez, algún manifiesto contra un inútil gobernador de Guanajuato de apellido Velasco y el gravísimo intento de destrucción, ordenado por los impolutos ricos de Monterrey, de los libros impresos y de los originales de Nostro Grupo, escrito por Irma Salinas Rocha. Por cierto, de esta obra se salvó alguna copia que algunos iniciados, primero y después muchas personas tuvimos la oportunidad de leer
Estos libros de confesiones femeninas provocan el pecaminoso gusto de enterarnos de las debilidades y hasta de lo burdo de los políticos. Al avanzar en su lectura estas confesiones cansan ya que repiten la misma frivolidad, avaricia, mentira. Al cerrar su última página miedo y desprecio por quienes gobiernan. No cabe duda que el mal, la vulgaridad son repetitivos, aburridos.a

Es obligado hacer notar que las confesiones de mujeres fueron novedosas pues de hecho en las novelas del poder las mujeres sólo ocupan lugares marginales en el saqueo y prepotencia de sus maridos y, tienen en ocasiones, algo de víctimas.
En cambio, en estas confesiones las mujeres se convierten en observadoras, en investigadoras del horror de sus parejas. Son, por decirlo de alguna forma, el médico que observa y describe la úlcera o el tumor y lo describe, o el biólogo que observa en el microscopio al microbio. Lo que quizá fueron miradas de amor, de condescendencia, se han convertido en miradas frías que desprecian el discurso, las gesticulaciones, las trapacerías del poderoso. Lo digo en serio el Francisco de Quevedo de los Sueños, por ejemplo, no se sentiría lejos de los libros de estas damas.
Los libros de Irma Serrano se vendieron y se leyeron en grande por ahí del inicio de los años ochenta cuando un abogadillo soberbio con una mujer de cascos ligeros llegó a la presidencia. Eran años en que surgía el ansia, hoy tema diario de la red que a muchos encanta y a todos ensucia, de difundir la maldad del político.

Doña Irma Serrano presenta en sus libros una imagen que ojalá la usaran los politólogos: la del político como gusano. Afirma que la política es como un árbol engusanado en el que los gusanos tratan de trepar para llegar a la fruta y comérsela. En ese ascenso se tiran entre sí, se destruyen, pelean. Pero todos tienen como característica el arrastrarse para llegar. Son capaces de lo peor con tal de llegar a lo alto. Que quede claro, a diferencia de como se decía en las películas de antaño: cualquier semejanza con lo que hoy ocurre no es simple coincidencia.

Entre los gusanos doña convivió y mucho con dos. El gusano austero, que para sus expectativas poco daba: Gustavo Díaz Ordaz, su amante y el gusano agachón, ladrón Luis Echeverría a quien vio amarrarle las agujetas a su jefe. A este gusano, nos confiesa, le debió ser rica ya que le conseguía, por ejemplo, autorizaciones monopólicas para la importación de medicinas. El sobreprecio era, todo para ella: la amante del jefe.

Quizá se explique sus deseos de poder, de dinero una confesión. Siendo ella muy joven salía de los estudios Churubusco, llovía y fuerte. El señor de la puerta detuvo el carro de un actor importante, le pidió le diera un aventón a la joven Irma. Yo no subo a mi carro a extras, contestó y arrancó. Platica doña Irma que llorando y bajo la lluvia caminó hasta Calzada de Tlalpan. En ese trayecto se prometió hacer lo que fuera para tener poder y riqueza. Lo cumplió: Jorge de la Vega Domínguez, Fernando Casas Alemán, Gustavo Díaz Ordaz, Alejo Peralta dejaron huella en su vida y en cartera. Termina: renuncié hasta a ser madre para cumplir mis metas.
De doña Irma queda para la historia la anécdota, la gran anécdota. En esa lucha entre mujeres la esposa del presidente logró que se le negaran créditos para sus películas. El gusano austero, no la ayudaba y perdía interés en el amorío. Pues bien, un día de cumpleaños no recuerdo si del presidente o de su señora, doña Irma se presentó con mariachi en Los Pinos. Le abrieron las puertas. Cantó aquello de “por andar con un hombre casado”. El presidente, al fin un tipejo impulsivo, bajó al patio: – Le agradezco: retírese. La Serrano – caso único por lo menos en la historia reciente de México, le dio un bofetón que al parecer dejó una retina presidencial con daño. Los del estado mayor cortaron cartucho, el presidente los detuvo. Doña Irma pudo salir de los Pinos sobre sus dos piernas, por cierto, muy bien torneadas y no con las piernas por delante.

Surge, al escribir estas líneas, el recuerdo de que en su casa del Pedregal de San Angel se encontraron la cama que usaba Maximiliano y que fue robada, seguro por órdenes del presidente, del Museo del Castillo de Chapultepec, así como algunas columnas barrocas que se habían salvado del incendio del Altar del Perdón de la Catedral Metropolitana, pero no de la cola prensil del gusano austero.

Irma Serrano culminó su carrera como diputada y como senadora postulada por partidos de izquierda. Ellos, como hoy ocurre, perdonan todo a quien los ayuda. De sus líos con jóvenes gigolos y de los intentos de sus familiares por quitarle todo ni caso tiene referir. Ensombrecieron su vejez. –

Si caminas por la calle de Donceles entre Allende y el Eje Central verás un letrero y una marquesina sucios, caídos. Son los del Teatro Frui Fru el cual compró o, según chismes, se apoderó doña Irma Serrano. Ahí presentó algunas obras de teatro de escándalo, prostibularias: Naná, Calcuta. Después de algunas obras que provocaron discusión, las luces y el interés del público se apagaron. El teatro está cerrado, polvoso, en abandono, a su alredor antros de la más baja calidad. Así quizá es lo que nos dejaron esos sujetos que la enriquecieron y a quienes describió Irma Serrano: polvo, decadencia, suciedad. Y los de hoy, se parecen tanto, tanto…

Para que escuches uno de sus éxitos. La Martina.

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