ISRAEL Y LA GUERRA EN MÚLTIPLES FRONTERAS

La situación en Medio Oriente ha entrado en un ciclo de hostilidades intensificadas, donde Israel enfrenta a varios adversarios en múltiples frentes: desde Hamás en la Franja de Gaza, Hezbolá en Líbano, hasta las milicias chiítas en Irak y Siria, pasando por los hutíes en Yemen e Irán. En medio de este complejo entramado bélico, surge una interrogante crucial: ¿tiene Israel la capacidad militar necesaria para gestionar tantos conflictos simultáneamente?

En la última semana, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) llevaron a cabo una invasión terrestre en Líbano, bombardearon posiciones en Yemen y continuaron su ofensiva en Gaza. En respuesta, Irán lanzó misiles hacia las ciudades israelíes de Jerusalén y Tel Aviv, provocando que el primer ministro Benjamin Netanyahu prometiera represalias. Desde el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, que dejó 1.200 muertos en Israel, Netanyahu ha intensificado su retórica bélica, buscando establecer un “nuevo orden” en la región, lo que ha resultado en una devastadora pérdida de vidas, con más de 41.000 muertos en Gaza y más de 2.000 en Líbano, según informes oficiales.

Frank Gardner, corresponsal de seguridad de la BBC, califica este momento como uno de los más peligrosos en la historia reciente de Medio Oriente. Sin embargo, un aspecto crítico de la situación es la capacidad de Israel para mantener múltiples frentes de guerra abiertos. ¿Realmente puede hacerlo?

Israel es reconocido mundialmente por la sofisticación y la tecnología de su fuerza militar. Sin embargo, la verdadera capacidad de un ejército se mide no solo en equipo y tecnología, sino también en la logística y el número de efectivos disponibles para enfrentar múltiples desafíos.

Desde 2019, Israel ha destinado más de 20.000 millones de dólares anuales a su gasto militar, lo que representa más del doble de los 7.000 millones que Irán destinó en 2022. Esta inversión no solo asegura un ejército bien equipado, sino que también le permite acceder a tecnología de vanguardia en armamento.

Aproximadamente el 4,5% del Producto Interno Bruto (PIB) de Israel se destina a la defensa, en comparación con el 2,6% de Irán. En términos de fuerza aérea, Israel cuenta con alrededor de 340 aviones listos para el combate, incluyendo cazas de última generación como los F-15 y F-35. Esta superioridad aérea le permite llevar a cabo ataques precisos en toda la región.

Además, el sistema de defensa israelí, que incluye el Domo de Hierro y la Honda de David, ha sido fundamental para interceptar amenazas aéreas. Sin embargo, como advierte Shaan Shaikh, experto en defensa antimisiles, la apertura de múltiples frentes puede poner a prueba estos sistemas de defensa, ya que deben atender múltiples amenazas simultáneamente.

A pesar de su sofisticación tecnológica, Israel enfrenta importantes limitaciones en su fuerza terrestre. Con aproximadamente 178.000 soldados en servicio y 460.000 en reserva, la composición de su ejército plantea desafíos. Casi el 70% del personal militar son reservistas, lo que significa que tras un período prolongado de conflicto, Israel podría verse obligado a enviar a casa a muchos de sus efectivos para que retornen a sus trabajos civiles.

Por otro lado, Irán, con más de 600.000 efectivos en servicio y 300.000 en reserva, tiene un ejército considerablemente más grande. Sumando a las milicias como Hezbolá y Hamás, que cuentan con decenas de miles de combatientes, la diferencia en la capacidad de movilización es evidente.

El Papel del Apoyo Internacional es un factor crucial en la capacidad de Israel para mantener múltiples frentes es su relación con Estados Unidos. Aproximadamente el 69% de las importaciones de armamento israelí provienen de EE.UU. En 2023, Estados Unidos ha suministrado miles de bombas a Israel y continúa apoyando su capacidad defensiva. Este respaldo no solo se traduce en armas, sino también en un apoyo diplomático que limita las repercusiones internacionales de las acciones israelíes.

A pesar de la presión internacional para alcanzar un alto el fuego, la administración de Biden ha mostrado una inclinación a continuar apoyando a Israel, lo que sugiere que el país podrá sostener su ofensiva en los próximos meses, a menos que surjan cambios significativos en la dinámica regional.

Más allá de la capacidad militar y del apoyo internacional, la verdadera pregunta es cuán sostenibles son las acciones de Israel en múltiples frentes. Como señala Eitan Shamir, director del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos, la cuestión no es solo la potencia de fuego, sino también la duración del conflicto. Los costos económicos, sociales y de reputación internacional son enormes y pueden limitar la capacidad de Israel para sostener una guerra prolongada.

Además, la geografía y el tamaño juegan un papel importante. Israel es un país pequeño en comparación con sus vecinos, lo que limita su capacidad para derrotar a múltiples adversarios en un conflicto prolongado. La superpoblación de los países vecinos, especialmente Irán, hace que incluso una victoria en varias batallas no sea suficiente para garantizar la seguridad a largo plazo de Israel.

La escalada actual plantea preocupaciones sobre la posibilidad de una “guerra total”. Ninguna de las partes en conflicto desea una destrucción masiva, ya que todos son conscientes de las consecuencias devastadoras que ello conllevaría. La búsqueda de una solución diplomática, aunque compleja, podría ser la única vía para evitar un conflicto prolongado que amenace a toda la región.

El enfoque maximalista de Israel en su política exterior, sumado a la presión de varios frentes, sugiere que la estabilidad a largo plazo requerirá no solo de fuerza militar, sino también de una voluntad para la negociación y la resolución pacífica de conflictos. La historia reciente de Medio Oriente nos enseña que la guerra, aunque puede ofrecer victorias temporales, rara vez conduce a soluciones duraderas.

En conclusión, aunque Israel cuenta con una capacidad militar significativa y apoyo internacional, los desafíos que enfrenta en múltiples frentes son inmensos. La complejidad del escenario regional, combinada con la necesidad de considerar las implicaciones a largo plazo de sus acciones, sugiere que una estrategia que incluya la diplomacia será esencial para garantizar su seguridad y estabilidad en el futuro.

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