LA HISTORIA OCULTA DEL SÍMBOLO QUE CONECTA AL MUNDO

El símbolo “@”, presente en correos electrónicos, redes sociales y documentos digitales, tiene un origen anterior al desarrollo de Internet o el correo electrónico. Su historia se remonta a manuscritos medievales y prácticas comerciales del Renacimiento.

La primera función documentada del símbolo fue como abreviatura de la preposición latina “ad”, que significaba “hacia” o “a”. Esta práctica fue utilizada por monjes que transcribían textos a mano. La unión de las letras “a” y “d” en un solo trazo les permitía ahorrar tiempo en la escritura.

Una de las referencias más antiguas del símbolo se encuentra en un texto religioso del año 1345, conservado en la Biblioteca Vaticana. No está claro qué función cumplía en ese contexto.

Con el tiempo, el símbolo se integró al lenguaje del comercio. En los puertos del Mediterráneo se utilizaba para representar la medida conocida como “arroba”, equivalente a 11,5 kilogramos. Su uso se documenta en cartas comerciales del siglo XVI. Un ejemplo es una misiva escrita en 1536 por un comerciante florentino que usaba el símbolo para indicar valor por unidad: “vino in amphora @ duani”.

El símbolo se mantuvo como parte de registros contables y comerciales durante siglos, lo que facilitó su inclusión en los primeros modelos de máquinas de escribir. Su presencia en el teclado fue clave para su adopción tecnológica.

En 1971, el ingeniero Ray Tomlinson necesitaba un signo que separara el nombre del usuario y el servidor en una dirección de correo electrónico. Eligió la “@”, ya disponible en el teclado y sin función dentro del lenguaje natural.

Desde entonces, el símbolo se ha consolidado como un componente fundamental de la identidad digital. Es utilizado en direcciones electrónicas, menciones en redes sociales y sistemas informáticos a nivel global.

Aunque en inglés se conoce como “at” y en francés como “a commercial”, en España el símbolo ya se usaba como “arroba” siglos antes de su incorporación al entorno digital. La tecnología no lo creó, lo reutilizó. Su forma y función sobrevivieron al paso del tiempo hasta convertirse en un elemento clave de la comunicación moderna.

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