Durante el periodo más crítico de la pandemia, el actor Toño Mauri enfrentó complicaciones graves a causa del COVID-19 que lo llevaron al borde de la muerte. Mientras permanecía hospitalizado, los médicos comunicaron a su esposa que su estado era irreversible y que se preparara para el desenlace.
Por las restricciones sanitarias impuestas en ese momento, no le fue posible ingresar al hospital. Ante la gravedad de la situación, comenzó a buscar un sacerdote que pudiera administrarle la unción de los enfermos. Pese a múltiples intentos con parroquias, contactos personales y el apoyo de su hermana, quien tenía vínculos con medios religiosos, no hubo respuesta.
Sin previo aviso, recibió una llamada de un número desconocido. La voz al otro lado se identificó como el padre Roberto, enviado —según dijo— por el Arzobispado de Miami. Solicitó la ubicación del hospital y al escucharla, comentó que conocía bien ese lugar.
El supuesto sacerdote se comunicó con el hospital, pero el protocolo impedía el acceso a cualquier visitante después de las 18:00. A pesar de ello, unas horas después volvió a comunicarse y afirmó haber estado con el paciente, describiendo con precisión la ubicación del cuarto y los objetos religiosos presentes junto a la cama.
Al intentar confirmar el ingreso del religioso, el personal del hospital negó que alguien hubiera entrado esa noche. Tampoco se encontró registro de un sacerdote con ese nombre en la arquidiócesis.
La familia interpretó el hecho como una manifestación espiritual. Una de sus allegadas sugirió que podría tratarse del arcángel San Rafael, figura reconocida dentro de la tradición católica como protector de los enfermos.
Mauri superó la enfermedad tras meses de tratamiento y recuperación. Posteriormente, compartió el episodio como parte de su testimonio personal.