“Memorias de un caracol” es una película que explora las emociones humanas a través de una narrativa profunda. El director, conocido por su habilidad para abordar sentimientos complejos, crea un universo en el que cada detalle refleja la humanidad. La historia sigue a una niña introvertida, amante de los caracoles, que navega por el duelo, la depresión y las consecuencias de las terapias de conversión, una práctica que aún persiste en algunos lugares.
La trama, lejos de ser un cuento de hadas, presenta una reflexión abierta sobre el dolor y la resiliencia. A través de un enfoque sensible, el cineasta expone la crueldad de las terapias de conversión, mostrando cómo intentan moldear identidades como si fueran plastilina. El director ha señalado que este tipo de prácticas no tiene sentido: “Es como intentar cambiar el color de los ojos de alguien”, explicó.
La inspiración detrás de la película proviene de una experiencia personal del realizador, quien hace ocho años enfrentó la pérdida de su padre. Entre el enojo y la nostalgia, se formuló una pregunta: ¿por qué acumulamos objetos? Esta reflexión lo llevó a investigar sobre las personas que, tras una pérdida significativa, recurren a la acumulación como forma de refugio emocional. La historia de “Memorias de un caracol” es el resultado de esa búsqueda.
La película también aborda la resiliencia de aquellos que han sido marginados, como una amiga del director, quien nació con labio leporino. A pesar de las operaciones y el acoso escolar que sufrió, logró convertirse en una adulta segura de sí misma y exitosa, y ahora es diseñadora de moda en Londres.