Desde 2006, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) mantiene la restricción de subir a la pirámide de Kukulcán, en la zona arqueológica de Chichén Itzá, como medida de conservación del patrimonio. A pesar de la prohibición, en ocasiones algunos visitantes han incumplido esta norma.
Paralelamente, una manada de ocho perros recorre libremente el sitio. Entre ellos se encuentran Cachimba, Osita y Rayas, animales que fueron rescatados y actualmente son atendidos por un veterinario local. Su presencia se ha vuelto constante y son fotografiados con frecuencia por turistas.
Los perros, que se desplazan sin alterar la estructura del castillo, han sido reconocidos por visitantes y trabajadores como parte del entorno. Algunos los han nombrado “mascotas oficiales” de la zona arqueológica, dada su familiaridad con el lugar.
En la cosmovisión maya, los perros eran considerados compañeros espirituales y figuras importantes en prácticas religiosas. La presencia de estos animales en Chichén Itzá evoca esas creencias ancestrales y ha dado lugar a una conexión simbólica con el pasado cultural del sitio.